Movimientos sociales e identidades colectivas. México en la década de los noventa.
Zermeño, Sergio (coord.), La Jornada ediciones-CIIH/UNAM, col. La democracia en México, México, 1997, 352 pp.
Movimientos sociales e identidades colectivas. México en la década de los noventa es un libro misceláneo con un claro eje conductor: dar cuenta de los múltiples embates que la sociedad en su conjunto —desde el individuo hasta el grupo bajo el ideal común— viene y ha venido experimentando en la historia reciente de nuestro país.
Wil G. Panters en su artículo "Ciudadanos con dignidad. Oposición y gobierno en San Luis Potosí, 1938-1993" hace un análisis del navismo, movimiento potosino de lucha ciudadana contra los poderes centrales de San Luis Potosí. Paul L. Haber en "¡Vamos por la dignidad de Durango!" estudia al Comité de Defensa Popular (CPD) de Durango, movimiento urbano popular de gran fuerza y trascendencia hasta nuestros días, pues de él nace el ahora Partido del Trabajo que ya cuenta con presencia en la Cámara Baja; el autor centra la discusión en tratar de saber si el CDP puede calificarse como un caso de cooptación o como un movimiento social que se ha fortalecido a través del tiempo aprovechando sus relaciones con el gobierno, sin abandonar a sus bases.
En "La vía campesina de desarrollo en México (crisis del modelo farmer, pervivencia y reproducción del modelo indio-comunitario)", Julio Moguel analiza, mediante dos estudios de 1981 y 1992, el estancamiento de las Uniones de Ejidos en las zonas norte, centro y occidente, y, por otro lado, la proliferación —casi explosiva— de éstas en el centro y sur-sureste. A partir de ello, construye una hipótesis interesantes sobre la crisis del sector agropecuario: tuvo un doble efecto, primero limitó o liquidó las posibilidades organizativas de los productores en áreas de mayor desarrollo capitalista (centro-norte) y, segundo, extendió o multiplicó procesos organizativos en las áreas campesinas de menores niveles de capitalización y desarrollo. En ambas situaciones, la crisis tendrá efectos distintos, mientras para una provocará la desarticulación de la unidad productiva, en la otra la descomposición de la organización productiva será más lenta y, con ciertos matices, no provocará el retraimiento sino la proliferación de las iniciativas de agrupamiento, como condición necesaria de sobrevivencia.
"Efectos de las reformas del Artículo 27 en Chiapas: resistencia campesina en la esfera pública neoliberal" analiza cómo la revuelta del EZLN en Chiapas tiene como antecedente una serie de movimientos locales, municipales y regionales en todo el estado, teniendo como actores tanto a campesinos como a indígenas. Neil Harvey afirma que no fue un movimiento implantado desde afuera sino la más reciente expresión de organización y resistencia popular contra el poder centralista, la indiferencia gubernamental y la brutalidad policiaca. El municipio —sostiene el autor— puede convertirse en el inicio, punto clave, de un régimen autoritario.
El trabajo conjunto de Alberto Olvera, Odile Hoffmann y Cristina Millán, "Identidades fragmentadas: formas, actores y espacios de la modernización en el campo, el caso de la cafeticultura veracruzana", estudia el caso del sector cafetalero en Veracruz, a partir de los ochenta, sus formas organizativas, la producción de identidades y las consecuencias que la crisis infringió sobre éstas. A saber, si las rupturas crecientes entre las estructuras del mercado, del poder y de la reproducción cultural, combinadas con el colapso de algunas instituciones y formas de solidaridad locales a causa de la crisis, se manifiestan en una separación de los espacios/tiempos de la vida cotidiana; lo que, sin duda, entorpece la generación de nuevas identidades, fragmenta la vida comunitaria y disminuye el potencial transformador de la acción de las organizaciones y grupos autónomos.
Kenneth F. Green, en su trabajo "Complejidad, cohesión y longevidad en un movimiento urbano popular: Asamblea de Barrios de la Ciudad de México", estudia a la organización que se creó casi involuntariamente tras los sismos de 1985: la Asamblea de Barrios, que inauguró —por así decirlo— la época de las acciones colectivas en nuestro país, con presencia y voz, que actualmente vivimos. Dicho movimiento, apunta el autor, tras sufrir una escisión en 1993, justo en el momento previo a la coyuntura de las elecciones de 1994, lejos de haber perdido fuerza ha trascendido con ecos múltiples en otras organizaciones sociales.
En "snte: la transición difícil", Luis Hernández Navarro analiza al sindicato de maestros como un caso sui generis dentro del panorama nacional. Ahí confluyen tanto las reformas gubernamentales como la presión venida desde las bases del organismo, dando un matiz de adaptación a la función social del maestro y alertando, en lo inmediato, a su capacidad para frenar las tendencias dispersantes y las corrientes externas que tratan de desmantelarlo.
Ilán Bizberg en su ensayo "El cambio de las relaciones industriales
en México: ¿desindicalización o neocorporativismo?" plantea la disyuntiva que enfrenta el sindicalismo en México: el sindicalismo está fenenciendo, como en gran parte del mundo, o es posible una reconversión del corporativismo hacia una más societal y democrático, como el que se viene dando en Europa. En México, afirma Bizberg, no se avanza hacia la total descentralización del sindicalismo, pues el control ha permitido al Estado imponer una disciplina laboral y electoral que, desde 1987, ha sido clave para asegurar las distintas modalidades del pacto de estabilidad.
Por su parte, Yolanda Mondragón en "La recomposición neocorporativa entre Estado y sindicatos: los límites a los proyectos sindicales de interlocución, el caso de strm" presenta un panorama sobre las posibilidades de adaptación de algunas organizaciones sindicales a las exigencias modernizadoras de la actual política económica. También muestra las distintas fases que ha experimentado el sindicato para crear un proyecto de injerencia en la modernización de la empresa que funcione de acuerdo con las prácticas autoritarias del poder político nacional.
Finalmente, Sergio Zermeño —coordinador del libro— en el epílogo hace una pregunta central: ¿la sociedad civil mexicana se organiza o se desorganiza, se fortalece o se debilita? En términos societales, tanto el arranque acelerado como los estancamientos son fuente de profundas transformaciones, generando gran tensión entre economía y sociedad: la crisis de 1995 haría evidente que dicha tensión tiene límites bien definidos. A pesar de todo, la idea de comunidad puede plantearse como algo posible sin rayar en el tradicionalismo; en México parece difícil el plantear una identidad compartida, pero se debe tener claro que la suma de identidades circunscritas, consistentes y continuas en el tiempo puede ayudar a romper tanto la ley de hierro de la mexicanidad como de construir una nueva cultura sociopolítica para todos los mexicanos.