Conmemoración del natalicio de Benito Juárez

En representación del Presidente
de la República, el Lic. Dionisio E. Pérez Jácome,
estuvo presente en la conmemoración del CXC natalicio
de Benito Juárez, celebrada en Guelatao, Oaxaca.
En dicha ocasión, el funcionario reflexionó acerca
del legado juarista y se refirió a su visión sobre
algunas cuestiones agrarias. A continuación
un extracto de este discurso.

Dionisio E. Pérez Jácome

La actualidad del legado juarista se manifiesta al releer algunos de sus mensajes políticos en los que está plasmada la expresión de sus sentimientos personales más profundos:

El primer gobernante de una sociedad no debe tener más bandera que la ley [...] sólo debe distinguir al mérito y a la virtud para recompensarlos; al vicio y al crimen para procurar su castigo.1

La liza electoral [...] es el terreno en el que [...] pueden combatir todas las ideas.2

[...] la autoridad no es mi patrimonio, sino un depósito que la Nación me ha confiado.3

La principal causa del malestar de la sociedad es la falta de seguridad, que proviene del temor al robo, y sobre todo al plagio, que aterra y paraliza el movimiento y la vida de la sociedad. Profundamente convencido mi Gobierno de que éste constituye la peor plaga social, he dirigido una iniciativa al Congreso; para formularla, he meditado en los medios que considero insuficientes y en los que creo eficaces para curar un mal que no permite dilación.4

Para la reconstrucción de la Patria, no puede dependerse de un gobierno o de una fracción; es necesaria la cooperación de todos.5

Hasta en el tema, para nosotros tan cercano y lacerante de la injusticia, que aún perdura en muchas de las áreas campesinas del país, Juárez demostró la identificación precisa de los problemas y apuntó, desde entonces, soluciones que nos ha llevado más de un siglo realizar.

Algunos críticos irredentos del insigne zapoteca pretendieron denigrarlo, atribuyéndole haber propiciado ciertas formas de concentración agraria, que aniquilaron las reminiscencias del ejido y la comunidad.

Como Marte R. Gómez expuso, hace ya más de 50 años, tales opiniones lo único que revelan es un conocimiento erróneo de la obra legislativa de Juárez en materia agraria. Bastaría recordar el Decreto del 6 de febrero de 1861, que promovió la división y el fraccionamiento de fincas rústicas; el del 14 de marzo de 1861, en el que se ofreció a los habitantes pobres de la Baja California y a los demás que desearan avecindarse en ese territorio, la donación de hasta dos caballerías de tierras baldías; la circular del 30 de septiembre de 1867, donde se ordenó la expedición gratuita de títulos de terrenos baldíos a los pueblos indígenas, y la resolución del 13 de octubre de 1869, relativa al señalamiento del fundo y ejido de los pueblos.6

Juárez vio en su amplitud el problema que ya afectaba al agro mexicano y, si no pudo resolverlo, fue porque había para su tiempo otras urgencias que atender, sobre todo la amenaza extranjera a la subsistencia misma de la patria.

Llegó a comprender a tal grado los problemas de las zonas rurales del país que, siendo Gobernador de esta entidad, señaló con sabiduría que el atraso de su población no podía cancelarse si esto no se acompañaba de la abolición de la miseria. Decía Juárez: "El hombre que carece de lo preciso para alimentar a su familia, ve la instrucción de sus hijos como un bien remoto o como un obstáculo para conseguir el sustento diario."7

Las enseñanzas del quehacer político de Juárez, su concepción sobre economía y sociedad y su ubicación en función de las circunstancias, nos enseñan cómo en medio de las dificultades se puede avanzar hacia la justicia y la equidad y se pueden procurar consensos y enfrentar con mayor solidez los retos nacionales.

A más de un siglo de la reforma, México es sin duda un país con un activo enorme: en infraestructura, en recursos humanos adiestrados y profesionalizados, en desarrollos tecnológicos y en experiencias organizacionales dentro y fuera del Estado; sin embargo, prevalecen aún profundas inequidades agudizadas por la crisis.

El 19 de marzo de 1996, en Palacio Nacional, al asistir a una reunión con las organizaciones firmantes de los Acuerdos Agrarios de Chiapas —que significan la culminación de una etapa de trabajo caracterizada por el reconocimiento y la decisión gubernamental de enfrentar decididamente el atraso y la pobreza— el señor Presidente de la República advirtió:

La tierra no debe ser ya motivo de disputa y encono, sino instrumento de trabajo y oportunidades [...]

Debemos tratar todos de cuidar y hacer producir a la tierra para generar bienestar y justicia; hemos superado conflictos, pero tenemos que enfrentar con decisión otros rezagos y retos que siguen incidiendo en la pobreza y la desigualdad [...]

La organización, la asociación provechosa, la tecnología, la inversión pública y privada, el funcionamiento eficaz de los mercados, la preservación y la restauración de los recursos naturales son los objetivos y las metas inmediatas por alcanzar.8

Cuánta similitud podemos encontrar en esta actitud de conciliación y de respeto mutuo para aquellos que reclaman derechos supuestamente en conflicto con las tesis juaristas que, desde su época, postulaban pleno reconocimiento a la diversidad étnica y a la pluralidad política de la Nación.

En Guelatao, en toda Oaxaca y aun en todo el país, encontraremos diferencias de enfoques, actitudes distintas, planteamientos diversos, en la ciudad y en el campo. Todo ello es propio de nuestra condición plural y no debe hacernos renunciar a un permanente esfuerzo por encontrar puntos de contacto y coincidencia.

Como Juárez afirmó: problemas habrá siempre, pero también podremos encontrar en nosotros una voluntad latente por solucionarlos, por lograr consensos, por alcanzar los mayores beneficios posibles para todos.

Juárez por ello estará presente, hoy y todos los días del año, en las acciones de gobierno y en las respuestas de la sociedad; con su mensaje de modestia y dignidad, con su optimismo y esperanza, con su fe inquebrantable en el mejor destino de la Patria y de sus habitantes, incluyendo entre ellos a quienes, desde el servicio público, tratan de entregar cotidianamente su mayor esfuerzo y a quienes aspiran en forma legítima a ser escuchados, atendidos y reconocidos en su derecho de disfrutar también la oportunidad de servir a su pueblo.

Quiero concluir mi intervención haciendo una evocación de don Andrés Iduarte, a quien escuché hace ya 40 años refiriéndose a Juárez en estos términos:

Nadie dejará de insistir en que la grandeza de la estirpe ya no tiene sólo su prueba en las huellas de las viejas civilizaciones, sino en la virtud y en la energía acumuladas en el más ilustre mexicano.

Es ésta la lección de un país mestizo, en donde un hijo de los vencidos de ayer capitanea a los blancos y a los trigueños de hoy.

Juárez se representa así, él solo, como la independencia nacional, la soberanía de la patria y la libertad; la fraternidad y la igualdad de todos los hombres.9

Juárez es, auténticamente, el símbolo del México que todos anhelamos. v


1 Pola, Ángel, comp., Benito Juárez, vida y obra, en "Miscelánea", tomo III, Col. Obras fundamentales de la República Liberal, INEHRM, edición facsimilar de F. Vásquez (1902), México, 1987, p. 72.
2 Los Presidentes de México ante la Nación (1821-1966), tomo I (28/IX/1821-16/IX/1875), "Informes, manifiestos y documentos", Cámara de Diputados, México, 1966, p. 476.
3 Ibidem, p. 480.
4 Ibidem, p. 512
5 Ibidem.
6 cfr El Nacional el 19 de julio de 1942, año XIV, tomo XIX, núm. 4 770.
7 Citado por Salvador Novo en su discurso del 19 de junio de 1966, en Roberto Amorós, Juárez idea y palabra, México, 1975, p. 429.
8 Extractos de su intervención publicada en la prensa nacional el 20 de marzo de 1996.
9 Extractos de su intervención publicada en la prensa nacional el 20 de marzo de 1996.