El pasado 17 de julio, el C. Secretario de Agricultura, Francisco Labastida Ochoa, participó en la inauguración de la XXII Asamblea General Ordinaria del Consejo Nacional Agropecuario. Con motivo de este acto, el Ing. Labastida expuso un resumido balance de la situación agropecuaria del país y enumeró algunos puntos a considerar para la definición de una estrategia de desarrollo del sector, por lo que consideramos de interés presentar en este espacio su discurso completo.
Sobre la problemática del sector agropecuario, quiero comentar con ustedes algunos programas que realizaremos en el futuro y la participación del Consejo Nacional Agropecuario (CNA), para el bien del país y de la alimentación de todos los mexicanos.
Cuando hacemos referencia a los problemas del sector agropecuario, no sólo aludimos a la sequía, sino a los derivados de los costos financieros, de la crisis estructural, de la contracción del crecimiento de la producción agropecuaria del país que lleva más de 25 años, además de que la producción de alimentos ha venido decreciendo en comparación con el índice demográfico.
Esto ha determinado el rezago, ya que también mantenemos un déficit de nuestras relaciones económicas con el exterior, que en 1994 se caracterizaron por un desequilibrio de la balanza agropecuaria por más de 700 millones de dólares, mientras que en la alimenticia fue de más de 2 500 millones de dólares. En los años siguientes puede resultar más complicado este elemento y, muy probablemente, será la tendencia permanente para el sector agropecuario.
Este será el nivel de los precios internacionales de los granos y de la comida, como consecuencia del gran crecimiento de la demanda que los países de Asia están presentando y la reducción de los subsidios que las naciones desarrolladas dan a su sector agropecuario, como resultado de los acuerdos del GATT. Es decir, presenciaremos en los años siguientes un crecimiento del valor en el precio de los productos del sector, lo cual constituye una buena noticia para el agro.
Sin embargo, debemos tener presente que como país este hecho nos representa una carga pesada si no atendemos las necesidades de nuestra población y elevamos la producción agropecuaria a un ritmo superior al crecimiento demográfico.
Lograr un desarrollo agropecuario en estas condiciones implica evaluar también la factibilidad que tenemos para realizarlo por las vías que el país siguió en décadas pasadas, cuando creció fundamentalmente en su producción agropecuaria por la incorporación de los grandes proyectos agrícolas. Pero ahora las condiciones son distintas.
En la actualidad, los proyectos que de esa naturaleza podemos incorporar no son de la magnitud para elevar rápidamente la producción de alimentos en el país. Es de hecho un camino que sólo nos permitiría sumar a la producción un millón de hectáreas, aun involucrando todos los proyectos hidráulicos que en este momento se tienen en México y muchas de las tierras de temporal que cumplen con las condiciones para incorporarse al proceso productivo, considerando las condiciones climatológicas, la precipitación pluvial y la calidad de los suelos.
Es la elevación de la productividad, la transferencia de tecnología y el desarrollo productivo, a lo que necesariamente tiene que recurrir el país en los siguientes años, tanto en la agricultura como en la ganadería, para lograr una mayor oferta de productos alimenticios. Hacerlo va a requerir un esfuerzo conjunto y la transformación de los instrumentos que tenemos en estos momentos.
El avance que queremos para el país debe ser eficiente, productivo, autosus-tentable y equitativo. Tiene que ser un crecimiento y un desarrollo agropecuarios que nos permitan elevar la producción de alimentos y el nivel de bienestar de quienes viven en el campo y del campo, de quienes utilizan los productos agríco-las para generar alimentos pecuarios en beneficio de toda la población.
Esta estrategia y esta política requieren, sin duda, procesos masivos de extensionismo, de transferencia de tecnología de punta; procesos de transformación de nuestros sistemas de crédito para que éstos se puedan adaptar, propiciar e inducir la capitalización del campo y la transferencia tecnológica. Requiere también precios competitivos con los internacionales para el impulso y desarrollo del sector pecuario, así como la transformación del sistema de comercialización para que sea más eficiente y permita una mayor participación del sector, de los agricultores y ganaderos en la venta de sus productos.
Este camino sólo puede realizarse con una participación activa de los integrantes del Consejo Nacional Agropecuario y de las demás organizaciones productivas. Se deben fortalecer las asociaciones en participación que en años pasados se desarrollaron. Se requieren también inversiones mayores para atender el mercado interno y las perspectivas que ofrecen mercados crecientes, particularmente en Asia.
Lo anterior requiere visión internacional, decisión y audacia, elementos que tienen los hombres que integran el CNA para que junto con el sector público construyamos un clima propicio para el desarrollo agropecuario del país, instrumentos favorables para recuperar la rentabilidad del campo, así como créditos de más largo plazo, con menores tasas de interés, que permitan la capitalización y la elevación de la productividad del sector rural.
Ese es el reto que tendremos en los siguientes años, reto del que saldremos airosos. v